¿Eres de los que explotan por cualquier cosa? ¿O de
los que se pelean y pierden amigos por discusiones meramente triviales? Es hora
de reflexionar si vale la pena seguir con esta actitud que sólo te conduce al
fracaso.
Las causas de las peleas normalmente se inician por
asuntos triviales y de poca importancia. Por ejemplo, una pareja llega cansada
a casa y de repente el esposo hace un comentario simple como, “¿Qué iremos a
cenar?” En ese momento el otro responde mil tonterías así: “Yo también he
trabajado todo el día”, “Solamente reclamas” o “No soy tu empleada”. Aquí
comienza la gran pelea que puede agravarse si se traen asuntos pasados.
Otras peleas son provocadas porque nos sentimos
ofendidos por el comentario o comportamiento de los otros. Peleas en el
ómnibus, en la calzada, en el trabajo, en la fila del cine, en el parque, en el
gimnasio o en cualquier otra parte.
En efecto, nunca nos sentimos molestos por la razón
que creemos, sino por nuestra propia amargura. Cuando nos peleamos, pensamos que
otros nos han hecho daño y eso nos molesta. Sin embargo, en muchas ocasiones
encontramos fallas en los demás, porque traemos descontento y desconexión con
nosotros mismos.
Si cada persona resolviera sus propios dilemas,
dejaríamos de andar buscando a alguien más a quien culpar de lo que nos sucede.
En primer lugar, dejaríamos de hacernos infelices a nosotros mismos y a todas
las personas que nos rodean.
Los pensamientos mezquinos causan argumentos. Antes de
quejarte o regañar a alguien o lanzar un contraataque en defensa propia,
pregúntate: “¿Vale la pena estropear este momento?” “¿Es realmente importante?”
En muchos casos no lo es. Evítate conflictos.
La verdad es que no hay tiempo para el resentimiento,
la amargura, el odio y la rabia. La vida es demasiado corta para desperdiciarla
de esta manera. Además de volvernos completamente inadecuados y amargados.
Mantén tus buenas cualidades, respetando y valorando a
tu persona y a los demás.
Tres procedimientos para ayudarte a pensar por encima
de trivialidades:
1. Mantén
tus ojos enfocados en el gran objetivo. Si deseas paz y tranquilidad, ignora o
no tomes a mal los comentarios de los otros.
2. Pregúntate:
“¿Es realmente importante?” No reacciones por reaccionar, respira y piensa.
3. No
caigas en la trampa de la trivialidad. Reflexiona en las actitudes que marcan
la diferencia. Concéntrate en lo que realmente es útil y valioso.
Fariddy Yunis

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